Me sentía seguro, ahí acostado sobre el césped. Estaba en medio de un verde , verde intenso que resaltaba el azul oscuro y profundo del típico cielo de verano. Ahí parecía que el universo dejaría de existir y que mi vida también se acabaría ya que cumplió con su destino. Ya podría morir en paz.
No estaba solo, estaba acompañado por la mayor belleza existente. Supongo que estaba en el jardín de su casa. Apenas lograba ubicarme.
En el paraíso de colores donde yo me encontraba, es inusual divisar una mancha negra que se mueve en las lejanías. No le presté atención.
Al rato, supe que se trataba de un agente "anti secuestro" de la policía. Él se acercaba con su arma, me estaba apuntado directo a la cabeza. No entendía lo que ocurría. Estaba preocupado.
-¡ Déjelo ir !. Gritó el agente cuando estuvo lo suficientemente cerca, tan cerca que pude ver que el arma estaba cargada, que era de verdad.
No sabía a quién le hablaba ni porqué me estaba encañonando.
Se acercaron más agentes. Escuchaba un helicóptero que volaba sobre nosotros.
Varias personas miraban a través de la reja que bordeaba el jardín. Curiosos.
El agente seguía mirándome.Volvió a gritar : "déjelo ir". Yo no estaba contra mi voluntad, tampoco retenía a alguien. Sin duda había un error. Los errores crecen a medida que el tiempo avanza.
Sin mayor forcejeo, la apartaron de mi, le colocaron unas mantas y le pusieron una gorra de la policía. Le peguntaron si se encontraba bien, ella asintió con la cabeza. Se la llevaron.
El agente nunca dejó de mirarme, en efecto nunca dejó de apuntarme con el arma. No demoré en darme cuenta que todo apuntaba a que yo era el secuestrador.
Por la serenidad de como se habían desarrollado los acontecimientos, se notaba que los agentes habían bajado la guardia. Estaban calmados, algunos ya no temblaban. Yo no podía ser capturado.
Mi familia estaba entre los curiosos, ellos veían todo lo que ocurría. Nunca trataron de ayudarme, pero la mirada de ellos me hacía entender que me apoyaban y que nunca dudarían de mi inocencia.
En un movimiento fácil y relativamente sencillo, logré quitarle el arma auxiliar de dotación a un agente. A los demás agentes les tiré la mochila que cargaba. Grité "¡ bomba !". Disparé hacia el suelo. Obviamente todos ( curiosos y agentes) corrieron, muchos gritaban y el viento hacía el mismo ruido que de costumbre, el sol calentaba como cualquier otro día. Empecé a correr, nadie me persiguió. Me quedé con el arma cargada.
Horas después me enteré que los secuestradores, en verdad, eran los policías , bueno los falsos policías.
miércoles, 7 de diciembre de 2016
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